EL GATO FLAMENCO
Esta es la historia de un gato
muy querido y muy cuidado
que se fue a conocer mundo
rondando por los tejados
con siete vidas al hombro,
sin cascabeles ni lazos,
con la mochila a la espalda,
dentro, su móvil cargado;
sin botas, con almohadillas
para amortiguar los saltos,
con uñas bien afiladas
y sus bigotes bien largos.
No era abisinio ni persa,
no era ni negro ni blanco;
le pirraban las sardinas,
la leche y cazar jugando
para perpetuar su instinto
tan ancestral, tan innato;
el pelo se le erizaba
cuando bufaba enfadado.
Y como muchos misinos,
libre de todo pecado,
no era amigo de los canes,
por… lo del perro y el gato;
se defendía panza arriba;
alguna vez escaldado;
huía del agua fría
como alma que lleva al diablo;
no le mató el ser curioso
porque fue un afortunado.
Era astuto, silencioso,
muy paciente, apasionado;
limpio como una patena
por su lengua, áspera al tacto;
equilibrista de pro,
amante de los milagros.
Quería ser independiente,
pero sólo algunos ratos.
Contemplando en las alturas
un horizonte más amplio
dirigió un día su mirada
hacia los bosques humanos.
Distinguió una chimenea
sin humos, era verano;
en el borde una gatita
con unos pendientes de aro,
acostumbrada al relente
y a los cielos estrellados.
Ella maulló vivazmente.
Él le contestó en el acto.
Descendieron teja a teja,
los dos a un tiempo saltaron.
Con un gran brillo en sus ojos
en la esquina de aquel patio
observaron fascinados
lo que allí estaba pasando.
Los vecinos daban palmas
al compás de los fandangos,
sevillanas, bulerías,
seguidillas y otros palos;
unas cuerdas de guitarras
sus sones iban rasgando.
El arte fue seduciendo,
su embrujo ya iba hechizando,
pues bien lucía la gatita
un mantoncillo bordado
sobre un traje canastero
sinuosamente entallado
con enaguas y volantes
de puntillas bien rizados
y una flor en la cabeza
con caracolillo al lado.
Con un guiño se acercó
al felino paso paso;
un pañuelo de lunares
le fue en el cuello anudando;
un clavel en el ojal,
un sombrero bien calado
y ya ostentó el poderío
del que hace gala un gitano.
Dejó él su asiento de enea,
marcóse un zapateado
con idéntica emoción
que se baila en un tablao.
Ahora se siente flamenco,
dichoso, privilegiado;
su corazón se desborda,
la tradición le ha atrapado.
Vino de allende los mares…
Se precia de ser ya hispano.
Los churumbeles plasmaban
su esencia al danzar descalzos,
la pureza de su raza,
sus siglos de risa y llanto.
Rezaban luego al Cachorro,
su Cristo crucificado.
Cuando terminó la fiesta,
se marcharon de la mano
callejeando en la noche…
La luna llena mirando.
Eulalia Álvarez
Gracias Lali.
ResponderEliminarEres mágica y te admiro.
Lali es fantástico.Oye y
ResponderEliminarLali es fantástico.Oye,y q fue del gato??
EliminarAgradecida en nombre de “Gatete” por tu interés. Nuestro felino conoce y ha dejado su huella en la terraza sobre la nieve de “Filomena”.
EliminarPor favor, qué ternura, qué preciosidad de poema, yo quisiera ser GATETE
ResponderEliminarGracias. En estos momentos cruciales para ti, toda la ternura, hacia tu persona.
ResponderEliminar