ABUELAS DE ANTAÑO

Abuelos de leyenda



Eran otros tiempos,
épocas lejanas
donde las abuelas
a una edad temprana
bordaban manteles
y sábanas blancas,
hacían sus puntillas
y cosían enaguas 
para el día feliz
que se las casara.
  
Iban aprendiendo 
la cocina sana, 
recetas sencillas
que ahora casi extrañan.

Cocían en su horno
el pan que amasaban;  
doraban bizcochos,
hacían mermeladas,
salaban pescados,
los escabechaban;
las carnes más frescas,
las de la matanza,
metían en adobo  
para conservarlas.

Bebían de la leche
que ellas ordeñaban;
tenían sus gallinas,
cerdo, cabras, vacas,
algunos conejos
y una mula parda
que llevaba a lomos
las cargas pesadas.

Poseyendo un pozo,
bebían de su agua; 
si menos fortuna,
lejos la buscaban,
haciendo el trayecto
con sus alpargatas
y un cántaro frágil
con el que llenaban
poquito a poquito
sus grandes tinajas
si es que un aguadero
no venía a llenarlas.

La ropa, barata,
en el río lavaban,
al aire tendían,
al sol las secaban
y zurcían los rotos
antes de alisarla
con planchas calientes
repletas de brasas.

Dormían en colchones
rellenos de paja;
al frío se enfrentaban
con mantas de lana
que  antes, en la rueca,
con paciencia hilaban;    
y con los ovillos 
que al final sobraban,
tejían sus refajos,
chales y bufandas
con luz de  un candil  
para iluminarlas.

Encendían la lumbre
con algunas ascuas
que bajo cenizas,
de noche guardaban;
y con los rescoldos,
picón y más brasas
prendían el brasero  
que ellas colocaban
bajo una camilla
cubierta con faldas. 

Sin cremas ni ungüentos
dados en la cara,
con la lozanía
que da el agua clara
y con sus labores   
todas terminadas,    
tanto las solteras
como las casadas
bajaban al patio 
con sus sillas bajas
y la mecedora 
de la más anciana    
a hablar con vecinas,
amigas y hermanas
de las cosas buenas 
y las cosas malas,
de sueños cumplidos
y los que albergaban. 

No entendían de letras    
ni de cuentas largas,
salvo alguna que otra,
salvo alguna “rara”;
pero… ¡sabían tanto
sin estudiar nada!

Cuidaban de todo,
también de la casa,
del marido e hijos
y además oraban.

Cuando los domingos
tañían las campanas,
rezaban a Dios           
y a la Virgen Santa 
pidiendo milagros, 
salud y bonanza.

Al llegar las Fiestas
blanqueaban fachadas,
pintaban balcones, 
rejas y ventanas,
exhibiendo en ellas
sus flores cuidadas
que imprimían orgullo
y tenían a gala.

Cantaban sus jotas,
bailaban sus danzas,
tocaban palillos,  
panderos y flautas
y otros instrumentos,
sin faltar guitarras.

Ahora me pregunto:
¿Qué vivían sus almas?
¿Se sentían las reinas?
¿Se sentían esclavas?
¿Qué decía su espejo
cuando se miraban?

Nuestras abuelillas,
gran parte aldeanas,
sembraron la vida
e hicieron… ¡ESPAÑA!
He aquí su homenaje
para darles GRACIAS.

                    Eulalia Álvarez



Abuelos de leyenda























Comentarios

  1. Pero qué hermosura y ternura sale de tu alma, sigue embelleciendo ntro luto 🌹🦋

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