SENSACIONES DE NIÑA
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Juan, Vicente, M.ª Magdalena y Eulalia |
Cuando apenas comenzaba
a dar la mano a la vida
y menos años que dedos
de una mano yo tenía,
me conquistó la Belleza
para servirme y sevirla.
Nunca me puso grilletes
ni fui sierva ni furtiva
sólo alumbró mis vivencias
en el llanto y en la dicha,
en lo dulce y en lo amargo,
en la noche y en el día.
Con cadena tan sutil
que aprisiona sin anillas,
que te envuelve, te seduce,
te embelesa y te hipnotiza
quiero evocar el pasado
y rescatarle a la vida
lo que grabó mi memoria
e impresionó mi retina,
lo que la edad no borró,
la beldad sin cortapisas
y el duende de aquellos años
de una infancia ya perdida.
Me hechizan aún los recuerdos
cuando atrás vuelvo la vista
y retrocedo en las hojas
del almanaque, deprisa,
rememorando momentos
gratos, que aún me cautivan,
de entrañables emociones
y sensaciones vividas
que relucen en el tiempo
como antorchas encendidas.
Tres quisiera reflejar
por su belleza exquisita
y singular transparencia,
por su innegable armonía
y el embrujo y resplandor
con que su luz aún me guía,
plasmando lo que ahora siento
y lo que entonces sentía.
- Florecillas
Un blanco collar al cuello,
una corona ceñida,
pulsera aun brazalete
de pequeñas florecillas
fueron adornos muy bellos
que elaboraba, muy niña,
cuando de camino al parque
con las flores que cogía
comenzaba a ver lo hermoso
en las cosas más sencillas,
tejiendo redes de sueños
que no se rasgan ni olvidan
y que mantienen intactos
su vigencia y su valía.
Privilegiada por ello
le doy gracias a la vida:
ni el azar ni el infortunio
quebraron nunca esa dicha.
- Mariposas
Eran pequeñas, calladas,
ligeras como la brisa;
me hicieron soñar despierta,
moldearon fantasía.
Se agolpaban numerosas
en flores que sonreían,
batiendo al viento sus alas
al ritmo de Campanilla
en una danza chispeante
con una magia infinita.
Alguna debió creerme
una flor, por ser muy niña,
y se posó en mi muñeca
que en mis brazos se dormía.
Ella, radiante, miraba…
Yo premiada me sentía…
Y el reloj no tenía prisas
por girar sus manecillas.
A veces, si una volaba,
sin cesar la perseguía;
y con sigilo y cautela
cuando su néctar bebía,
la tomaba entre mis manos,
con mis dedos la prendía
y un polvillo con reflejos
me regalaba en su huida.
¡Qué gozo debió sentir
por ser libre y no cautiva,
ella, sirena del aire,
hada de los bosques, ninfa!
- Paisaje
Y con esos menos años
que dedos que antes decía,
no acertaba yo a contar
las numerosas espigas
de un vasto y amplio trigal
que algunas tardes veía
en las afueras del parque
donde jugaba y crecía.
Me fascinaban de lejos,
pues vanidosas se erguían
o acunaban con el soplo
del viento que las mecía.
De cerca, más misteriosas,
con más fuerza me atraían.
Una a una yo exploraba,
a examen las sometía
y al ingerir algún grano
casi diosa me sentía.
Curiosidad más ingenio
resolvieron el enigma
y descubrí jubilosa
que al ponerme de puntillas,
mis ojos sí rebasaban
el borde de las espigas.
Asomaron amapolas
entre “torres” amarillas
junto con los tonos verdes
de algunas hierbas crecidas,
surcos de tintes campestres,
también flores variopintas,
un fondo de cielo azul,
blancas nubes esparcidas
y el barniz que daba el sol
con pincelada de artista.
No imaginó el sembrador
que al esparcir las semillas,
empezaba a dibujar,
comenzaba a darle vida
al diseño más audaz,
al mejor cuadro que un día
descubriría por azar
la mirada de una niña.
¿Qué pintor en ese lienzo
mezcló el color de esa guisa?
¿Qué esquema siguió en sus trazos?
¿Qué inspiró su gran maestría?
No olvidó ningún detalle,
en todo estampó su firma.
Eulalia Álvarez
Nos llenas de magia y ensoñación estos días de cautiverio. Grs
ResponderEliminarAñoranza de la buena fe vivida y el cariño compartido
ResponderEliminarGracias
ResponderEliminarQ preciosidad Lali.Eres fantástica,aunque eso yo lo sé desde q éramos pequeñinas
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